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Apuntes contra el Estado (III). Especial: Líderes.

El concepto de líder merece su propia cuota de atención. Quizás llegue el día en que una comitiva de alienígenas se presente en la Tierra y le pida al primer humano con el que se encuentren que los lleve ante su líder. Y este humano dirá: ¿Líder? No, no tenemos de eso. Pero hasta que ese momento llegue, quedan mucho líderes que destronar. Al líder se le encuentra en todas partes: en el hogar (aquí los pantalones los llevo yo), en la pandilla del colegio, en la banda de música, en el trabajo, en el movimiento social, en la CEOE, en los sindicatos, en los partidos, en las religiones (patético hasta la nausea todo el espectáculo que ha rodeado la elección del nuevo Papa)… Su omnipresencia ayuda a pensar en lo natural que resulta su existencia, lo espontáneamente que un grupo de personas necesitan organizarse alrededor de un líder. Algunos reparos:

  • * El líder exige delegación. Todo aquello que se coloca en él, lo sacamos de nosotros. Le otorgamos parte de nuestra humanidad. Él piensa por nosotros, decide por nosotros, nos señala el camino, se esfuerza por nosotros… Así, no pensamos, asumimos decisiones en las que no hemos participado, andamos caminos que no están en nuestros mapas (reales o imaginarios), nos dejamos llevar por la molicie (según la acepción 1 del DRAE)… Nuestra humanidad se va difuminando. El líder, que quizás crea que las leyes que regulan los vasos comunicantes es universal, no se convierte en más humano. Simplemente se carga de falsa vanidad y de cualidades insustanciales.
  • *Al depositar parte de nuestra humanidad en el líder, esperamos de él lo que deberíamos esperar de nosotras mismas. Cada día que pasamos en manos de un líder es un día perdido en el camino hacia la emancipación. El cuerpo y la mente, la conciencia y la esperanza, la rabia y la técnica… todo depende de cuánto y cómo se practique. Y hemos dejado de hacerlo para que el líder lo haga en nuestro nombre. Nuestra presencia se apaga ante él. Tendremos que recuperar todo lo que le dimos al líder cuando llegue el momento
  • *El líder no será más humano que los liderados pero sí será portador de un poder mayor. Las relaciones con él serán siempre desiguales, en cierto sentido inhumanas. Ese desequilibrio de poder pudrirá, a mayor o menor velocidad, toda presencia de libertad. Por tanto, cualquier persona que aspire a ser libre debe rechazar el liderazgo, se encuentre en posición de líder o de liderado (mi libertad solo será completa junto a la libertad de los demás).
  • *Hay un vínculo constante y recíproco entre la relación del individuo consigo mismo y su relación con los otros. Así se vea a sí mismo, así tratará a los demás. Así trate a los demás, y se deje tratar por ellos, se tratará a sí mismo. Por lo tanto, alguien que se deje guiar por otros, que asuma una posición de sumisión, más o menos grave, más o menos consentida, se está infravalorando.
  • * La existencia de líderes es estratégicamente útil a la dominación. Es cierto que lleva años empeñada en ejercer un control total y minucioso pero hasta el más glotón de los glotones tiene su plato favorito. El líder se significa, se destaca del resto y se coloca una diana en el pecho. Señalado, será más fácil que la dominación se ocupe de él. Y tiene tantas formas de hacerlo: desacreditación, criminalización, soborno, desaparición, asesinato…
  • *La existencia de líderes es estratégicamente inútil para los dominados. La fuerza de la comunidad (que deja de serlo en cuanto delega permanentemente en una persona), la fuerza de cientos, miles, queda a expensas de la de uno. Si el líder no lo hace, no se hace. Si el líder no lo piensa, no se piensa. Si el líder no lo ve bien, no se ve. Si el líder desaparece, la fuerza de tantos de desvanece como una cerilla consumida. Puede resultar extraño pero la frase hecha nos es de utilidad: Todos necesarios, nadie imprescindible.
  • * La crítica al líder debe diferenciarse del aprovechamiento de las habilidades de cada cual. De nuevo la frase hecha: A cada cual según sus posibilidades. Ahora bien, no debemos llevar esto hasta los aniquiladores territorios de la especialización. Los cables que los corte fulanito que hizo un curso de electricidad pero que alguien más vaya aprendiendo no vaya a ser que algún día fulanito no pueda ir.
  • * El drama del líder consiste en que ni siendo bueno puede ser bueno.

Bando policial

Algunas comparaciones pueden resultar odiosas cuando no ofensivas. Si la que sigue lo es, lo será en contra de mi intención.

La plataforma que pide el soterramiento de las vías del tren a su paso por Murcia lleva años luchando. Aunque desde el anuncio de la llegada del AVE, la pelea se ha endurecido. Todos los martes cortan las vías. La imagen del barrio partido en dos por el engendro de la alta velocidad los anima y los moviliza. Basta con ponerse un segundo en su situación para entenderlos.

Ayer volvieron a las vías y eso que era el día de LA fiesta de Murcia. O precisamente por ello. Para los que no lo sepan, ayer se celebró en Murcia el Bando de la Huerta, que consiste en salir a la calle, comer, emborracharse y cosas así. Algunos datos: 85 toneladas de basura recogidas, unas 550.000 personas por la ciudad, 97 atendidos por intoxicación etílica. Que no se entienda esto como una crítica a la fiesta. ¿Quién no se ha vestido alguna vez de huertano y ha terminado piripi perdido y con las esparteñas empapadas de los orines que recorren las calles? El caso es que era el día perfecto para que la dominación actuara, en este caso en forma de dualidad fascista delegado del gobierno – policía nacional.

Tres personas de la plataforma fueron detenidas. Y ya se sabe que la policía no detiene amablemente. La policía pega y la muñeca rota de una de las detenidas lo demuestra. Otro de los detenidos contó cómo le pegaron dentro de la furgona. El tercero ha dicho hoy en la radio que casi se desmaya por la presión de la llave con la que lo inmovilizaron. Claro que luego están los pobres policías lesionados. Pobres tipos, tantas horas de gimnasio, tanto entrenamiento demente y tanto equipo de protección para que luego unos vecinos sin su preparación ni experiencia les dejen heridos y fuera de combate. ¿Qué será de ellos el día en que el pueblo se organice? Esta mañana, el SUP, ese sindicato repugnante, se quejaba de las órdenes de sus superiores al tiempo que lamentaba las heridas de sus compañeros. Pero no es este el tema, al menos en este post.

Los llamamientos a acudir a comisaría vía facebook y SMS funcionaron y un puñado considerable de gente nos reunimos en las puertas de la comisaría en las que supuestamente estaban detenidos. Y supuestamente lo escribo porque durante mucho tiempo no hubo forma de saber dónde estaban, si en esa comisaría, si en la de la calle Ceballos, si en el hospital. Durante algunas horas no pudimos saber dónde estaban, es decir, estuvieron desaparecidos. Imaginad que son vuestra novia, vuestro hijo, vuestro marido.

Media una inmensa distancia entre lo que se acaba de relatar y los casos de las desapariciones permanentes tan queridos por las dictaduras. Pero lo que subyace en ambos casos es lo mismo: el Estado se cree dueño y señor de nuestros cuerpos, de nuestras vidas, de la angustia del detenido y de la del familiar que no sabe dónde está. Y lo demuestra sustrayendo a la persona de la realidad, encerrándola en el limbo de lo desconocido. Nadie sabe, nadie responde. La angustia queda suspendida en el tiempo y se hace eterna, tal y como el Estado se imagina su poder.

El Estado se limita a modular su forma de actuar, viste un ropaje u otro según se haga pasar por dictadura a secas o por dictadura parlamentaria pero no deja de ser lo que es. No olvidemos que nuestra democracia ya sabe lo que es torturar, asesinar e intentar que los cuerpos desaparezcan en cal viva.

Marx hoy. Tercera parte: Metamorfos

(Las imágenes que acompañan al texto son de la ilustradora Rosa Tortosa, podéis ver más en su blog: decalcomaniasycalcos)

Marx llega a afirmar que todas las relaciones de servidumbre surgen de la servidumbre en el trabajo y que la emancipación de la sociedad debe expresarse «en la forma política de la emancipación de los trabajadores». Y ahora es cuando toca hacerse preguntas. ¿No es esto colaborar con el discurso de la dominación? ¿La enajenación de la persona en el trabajo y su identificación plena como trabajador debe ser el punto de partida o debe ser simple y llanamente negada? ¿De verdad somos solo trabajadores, hemos perdido toda la esencia humana que nos era propia? ¿Liquidado el trabajo enajenado y enajenador, estaremos efectivamente emancipados? ¿Hay alguien ahí?

Para Marx, el hombre interesaba al capital solo en su condición de trabajador y a esa condición, pues, lo reducía. «No lo considera en sus momentos de descanso como hombre». El resto de aspectos de su vida eran colocados en dispositivos de control y represión: médicos, jueces, policía, curas… Pero si en 1848 el tiempo de ocio y descanso era dejado de lado por la dominación o solo controlado / reprimido, desde que acabara la Segunda Guerra Mundial, el ocio pasó a ser objetivo prioritario de la dominación, como campo de explotación económica y como campo de manipulación y sumisión. El tiempo libre del trabajador se abrió como una tierra virgen dispuesta a ser conquistada por el Imperio. Bien aprovechado, el ocio podía suponer la reintegración a los explotadores de los escuálidos salarios que destinaban a sus trabajadores. Además, era un tiempo ideal para llevar a cabo nuevos ajustes en la dominación. Mejor que empleemos el tiempo libre en un centro comercial que en una biblioteca, mejor que vayamos de compras a que follemos a lo loco, mejor que comamos en un restaurante de productos ecológicos y con denominación de origen a que nos emborrachemos con vino barato y nos coloquemos con cualquier droga ilegal. La Internacional Situacionista, que leyó mucho y bien al joven Marx, fue la responsable de descubrir la colonización de nuestro tiempo libre (y de lanzar el mayor desafío al que se ha enfrentado la dominación hasta ahora: No trabajes jamás). Y tanto lo fue que seguimos trabajando para la dominación durante nuestro tiempo de ocio también llamado, ay, tiempo libre. La aportación situacionista amplifica el debate y lo deja en disposición de profundizar en busca de nuevos resquicios.

Como las personas interesan en tanto en cuanto trabajadores, los que no lo son, no interesan. «En consecuencia, la Economía Política no conoce al trabajador parado, al hombre de trabajo, en la medida en la que se encuentra fuera de esa relación laboral. El pícaro, el sinvergüenza, el pordiosero, el parado, el hombre de trabajo hambriento, miserable y delincuente son figuras que no existen para ella, sino solamente para otros ojos: para los ojos del médico, del juez, del sepulturero, del alguacil de pobres, etc; son fantasmas que quedan fuera de su reino…». Pero, como afirma la Sociedad para el Avance de la Ciencia Criminal (SASC) ya no se domina por exclusión sino por inclusión. Lo que no se introduce en la dominación como norma, se introduce como lo opuesto, como lo que no se debe ser. El pícaro, el sinvergüenza, el pordiosero, el parado, el hombre de trabajo hambriento, miserable y delincuente  sí existen y se muestran sin cesar porque son útiles para la dominación. Su utilidad pasa por hacerlos visibles de forma permanente. Antes se colgaba en público al delincuente, ahora convertimos los números del paro en rostros, humanizamos las estadísticas, para así conocer aquellas personas a las que no nos queremos parecer. Reinvéntate todas las veces que haga falta, busca trabajo activamente, no seas nunca como el desahuciado, como el parado, como el ladrón de cobre.

Somos parte de la naturaleza y en ese ser somos alma y somos cuerpo. El cuerpo no puede ser visto como un simple recipiente de almas, un cascarón hueco (aunque sea eso lo que pretenda la dominación). Nuestra esencia no es solo el alma, lo es también el cuerpo. El cuerpo con sus magníficas limitaciones, sus destilados fluidos, con sus reveladores dolores y sus impulsos irrefrenables. Cuerpo en busca de alma como compañera de baile. Cuerpo que se resiste a ser sometido, que guarda el recuerdo primitivo de la libertad sin límites, que no acaba de agachar la cabeza y al que siempre le quedan dientes que apretar. Cabría, entonces, plantearse si la sensación de ausencia de nosotros mismos es una ausencia que sentimos en el cuerpo o una ausencia que siente el cuerpo. Podría ser tanto una experiencia corporal como la experiencia de los restos de conciencia, de alma, que no han conseguido robarnos. Y si damos por hecho que nos han robado el ama, ¿por qué habrían de respetar nuestros cuerpos?

Es para esto que existe el biopoder. «Tal es la política por venir de la dominación, la biopolítica: una política que gestiona los cuerpos como continentes de almas. Se trata de hacer que nos reduzcamos a aquello por lo que el poder nos sujeta. ¿Y qué hay más necesario, más inmediato, qué hay más inalienable que nuestro cuerpo?»  (Hombres-máquina: modo de empleo, Tiqqun). Nos arrebatan lo que tenemos de enajenable, nos colonizan lo que no. De entre todas las figuras que se encargaban de nuestro tiempo libre, o de los no-trabajadores, se alza el médico como nuevo y radiante empleado del mes de la dominación. El médico señala por doquier lo opuesto a la norma, enfermos en los que ver el reflejo indeseable, y hace que nos ocupemos tanto de nuestra salud, siempre con instrucciones dentro del estado actual de cosas, que no tendremos tiempo para ocuparnos de nada más. Podemos hacer planes para emanciparnos de dios, del patrón, del padre pero ¿quién puede independizarse del médico? El vínculo aspira a ser eterno (Tiqqun, de nuevo).

La dominación tiene una tarea ardua e interminable. Cuando cree que lo controla todo surgen nuevos problemas, dimensiones escurridizas de la esencia humana. La persona enajenada en la mercancía, manipulada en el tiempo libre, utilizada como ejemplo patológico… acaba convertida en un cuerpo hueco, vacío de presencia. Pero está por ver que la biopolítica pueda cumplir su misión. La idea de la persona enajenada en trabajador desarrollada por Marx fue ampliada en el espectador de Guy Debord y ahora se transmuta en el Bloom (Teoría del Bloom, Tiqqun). Bloom es un individuo anónimo, vacío. Y en su vacío está la clave porque de ahí puede oscilar a la completa sumisión o a toda clase de rebeliones. El Bloom puede fluir sin ruido entre los dispositivos de la dominación, sea el dispositivo trabajo o el dispositivo ocio, sea el dispositivo universidad o el dispositivo médico de cabecera. Y en ese fluir silencioso se vislumbran grietas, puntos de fuga, la posibilidad de convertirnos en una máquina de guerra: «Si lo pensamos con atención, comprenderemos que el objetivo de la biopolítica nunca ha sido otro: garantizar que jamás lleguen a constituirse mundos, técnicas, relatos compartidos o magias por cuyo medio la crisis de la presencia pueda superarse o asumirse, transformarse en centro de energía, en máquina de guerra» (Hombres-máquina: modo de empleo). Una máquina con alma, radicalmente distinta a la máquina servil y trabajadora que denunciaba Marx, máquina con voluntad, con conciencia, con criterios estéticos, con un cuerpo al que hacer gozar, dispuesta a liquidar todo aquello que la esclavizó. Romper las fronteras entre dispositivos, saltar de presencia en presencia, multiplicarnos, esquizofrénicos poderosos…

No hay razón alguna para seguir las normas. Ni para respetar el lenguaje o las herramientas de la dominación. Bien pensado, nada nos impide apropiarnos del discurso médico, darle la vuelta y dirigirlo contra el biopoder. Una vez que la célula se define siguiendo los dictados genéticos, se ocupa de su función (dar lugar a un pelo, por ejemplo) y se dispone a morir. Esa célula, con un par de retoques cromosómicos, puede ser reprogramada y volver a un estado primordial y, por tanto, pluripotencial, lista para convertirse en neurona, en músculo liso o en hepatocito. Si eso se puede hacer con una célula, ¿qué nos impide a nosotros, hechos de millones de ellas, reclamar la capacidad de ser lo que no dé la gana? Por mucho que nos enajenen, que nos bio-sometan, no podrán borrar de nuestros cuerpos y almas «el empuje revolucionario que arroja a la cara del adversario la insolente expresión: No soy nada pero debo serlo todo»  (Marx,Introducción para la crítica de la filosofía del derecho de Hegel)